enero 03, 2013

Bajo cero


Dicen que en el amor y la guerra todo se vale, pero entre gustos y colores no han escrito los autores. Y es cierto pues, nadie puede generalizar lo atractivo, lo sexy, lo provocativo… simplemente porque son cosas que dependen del ojo que las ve. Cada uno, en su libre albedrío, en su experiencia de vida determina lo que, para sí mismo, representa algo positivo o negativo. Cada uno decide lo que lo enciende o lo enfría en sus momentos. Y hoy estuve pensando justamente en esas cosas que me enfrían o, más bien, me apagan por completo.

Lo primero es lo más irónico de todo, me corta muchísimo la gente sexosa, pero sexosa en extremo. A mí me gustan y hasta me emocionan las personas que tiran puntas, que se hacen los interesantes, que provocan, que te incitan, que te despiertan la curiosidad. Pero, cuando lo primero que me muestran es una foto de sus partes íntimas, o intentan describirme con lujo de detalles lo que esperan que suceda, se me quitan todas las ganas. Es como que no dejan nada a la imaginación, nada que explorar, nada que descubrir, y me aburren terriblemente.

Lo segundo son aquellas personas que quieren una “vista previa” de todo. Y son perfectamente incapaces de tomar una fotografía, pues creen que el mundo se debe resolver en cámara web. Lo primero que te preguntan es si tienes cámara, será que no saben que con eso se puede hacer una foto también. Pero lo peor es que suelen tener cámara, si, se muestran, si, pero la calidad de la imagen es absolutamente patética, pésima iluminación, y resuelven, muy personal y egoístamente, que lo único interesante para mostrar son, tal como en la anterior, sus partes íntimas.

Detrás de estos, vienen esas personas que sienten que la cama es su tumba, porque parecen cadáveres. No se mueven, no hacen ruido, no demuestran placer o emoción, no hacen nada. Están allí, se dejan hacer, esperan que todo termine, se visten y se van. Completamente patético y aburrido. Creo que siempre es más interesante encargarse uno solo de sus asuntos.

Luego están esas personas que convierten el sexo en un deporte olímpico. Y están allí por horas y horas y horas y horas y horas, y parece que nada es suficiente, nada les hace alcanzar el clímax, nada les agota. Puede ser interesante un par de veces, y dependiendo de la situación, pero llega un punto en el que se torna aburrido y hasta tedioso. Deja de ser algo divertido y se convierte en una competencia de orgullo y muchos retrasos.

Además, están aquellos que intentan resolverlo todo con saliva, y te dejan mojado de pies a cabeza. A quienes les gusta, perfecto, pero a los que no, nos corta muchísimo, es como si lo estuviésemos haciendo con una babosa, y de paso quedamos olorosos y fríos. Es una cosa asquerosa.

Finalmente, están aquellos que tienen complejo de animal salvaje, y creen que la piel humana es como cuero tensado, los labios como chicle masticable, los glúteos como par de piedras y el pene está hecho de marfil. Y entonces te agarran y terminas más adolorido y lastimado de lo que realmente disfrutaste el momento.

Como dije al principio, cuestión de gustos, pero definitivamente, a mí, todos estos, me llevan la temperatura bajo el punto de congelación.


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