diciembre 31, 2010

Feliz Año Nuevo

Es el último día del año. El día en el que todos intentamos recordar las cosas que hemos hecho, tanto buenas como malas. Las personas que lastimamos, las risas que compartimos, los malos pasos y los grandes logros. Los amigos que de una u otra forma se fueron y los nuevos amigos que encontramos en el camino.

Es el día más político del año, porque muchos llegan a este día buscando reconciliarse con todos aquellos que han ofendido o que han lastimado. También es el día más triste, porque muchos piensan en aquellos que ya no están a su lado para compartir el abrazo de la medianoche.
 
Para otros puede ser el día más feliz, la noche en la que sienten que todas sus cargas y sus penas se alejan para dar paso a nuevas energías, un nuevo comienzo, un nuevo ciclo. Aunque también puede ser el día que más le pega al bolsillo, porque ni los fuegos artificiales, ni la rumba, ni el alcohol, ni la cena, ni los estrenos se consiguen de gratis.

Yo, me conformo con disfrutar un buen espectáculo de fuegos artificiales, es casi un ritual. En silencio, sentir el viento frio de la noche mezclarse con el olor a pólvora mientras colores y luces llenan el cielo, iluminándolo todo, como un símbolo fulminante de emoción por el nuevo comienzo, de alegría de estar con vida para vivir esta noche una vez más.

Como las chispas de luz de una nueva vida, de un nuevo amor, de una sonrisa brillante y unos ojos sinceros.

Y aprovecho de dar las gracias, por todas las cosas que logre este año. Como le dije a una buena amiga: “el año no tiene altos y bajos; el año tiene altos y oportunidades para tomar más impulso.” Y pienso en las cosas que no hice, por pena, por miedo, por falta de recursos, de madurez, de preparación, y no los veo como fallos, sino como puertas que debo intentar abrir nuevamente y cruzar con la frente en alto.

Y pienso en las personas, por encima de todo, pienso en las personas. Porque a la final son las personas las que realmente marcan cada oportunidad, cada espacio, cada experiencia, cada relación, cada lagrima, cada risa, cada abrazo, cada palabra. Pienso en la suerte que he tenido de encontrarme con todas estas personas, y se me llenan los ojos de lágrimas, porque no podría imaginar la vida sin todos ellos.

Algunos solo han estado conmigo un par de semanas o meses, otros tienen años siendo parte de mi vida; algunos me han visto a ratitos y conocen una sola cara de mi personalidad, otros reconocen hasta mi forma de escribir y mi respiración mientras duermo. A ellos y ellas, a todos y todas, la palabra “GRACIAS” se queda pequeña.

Mi 2010 fue una locura, una montaña rusa de aprendizaje, bofetadas, besos, caricias, lagrimas, rompimientos, nuevas oportunidades, viajes, gente distinta, risas, pellizcos, golpes, mordidas de zancudo y tragos de vodka. Pero mis amigos, la familia que elegí por voluntad, por cariño, a veces por locura y por impulso, hicieron que cada segundo de este año valiera la pena.

¡Feliz Año Nuevo a Todos!