junio 14, 2011

Abro mis alas

Trataré de no divagar, y de hacer esto breve. El punto aquí, es que entre tanto que uno lee, entre tanto que uno conversa, conoce, aprende, experimenta, prueba y vive, se va dando cuenta poco a poco de muchas realidades que seguimos como simples borregos detrás de un pastor, con una falsa idea de originalidad, de ser únicos, diferentes, especiales, y no miramos ni a un lado ni al otro para darnos cuenta que no hacemos más que seguir el patrón en el que hemos sido criados, aunque nuestro corazón y nuestra mente griten con desespero que vayamos en una dirección diferente.

Somos latinoamericanos, y el drama es el pan nuestro de cada día. No sabemos vivir, ni dejar vivir a otros sin hacer criticas, sin intentar destruir a aquel que consideramos errado, descarriado, hereje, traidor, inmoral, raro, diferente, fenómeno y paren ustedes de contar. Pero no lo destruimos porque realmente lo consideremos mal, lo destruimos porque en su libertad, en su locura, en su “error” vemos el reflejo de nuestros propios deseos de ser libres, de expresar los más profundos deseos de nuestra piel, de nuestros labios, de nuestro corazón, nuestra mente y nuestra alma sin miedos y dejar salir todo aquello que reprimimos con tanta violencia para no ser vistos fuera del rebaño.

Y en su instante de luz, de magia, de libertad, cuando agitan las alas con la mirada en el cielo y despegan de esta triste y sombría realidad hacia los mundos más allá de nuestra comprensión y nuestro alcance, cuando logran conectarse con ellos mismos y olvidar el resto del universo, allí, cuando realmente se encuentran con ellos mismos y con lo que se esconde en el lugar más profundo de su ser. Los envidiamos por no poder imitarlos.

Y preferimos vivir en el silencio, en las sombras, en el rebaño. Pues yo digo, grito, exclamo: ¡YA NO MÁS! ¡No puedo vivir para alguien más! ¡No puedo! ¡No puedo ser conformista! ¡No puedo vivir por reglas que otros decidieron! ¡No puedo amoldarme a algo que mi ser rechaza como opuesto a mis emociones, a mis ideas, a mis pensamientos, a mis necesidades, a mí!

¡Ya no quiero ser parte del rebaño!

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