noviembre 06, 2010

Génesis

En el principio era la oscuridad. Y la oscuridad era la nada y lo era todo.

De pronto, en medio de la oscuridad, se oyó un suspiro, y un golpe que se hizo eco a lo largo y ancho de la infinidad, un golpe que se convirtió en ritmo.

En medio de la nada, de la oscuridad, había surgido la primera chispa de vida.

Vida, un concepto completamente nuevo, lleno de energía, de brillo. Algo completamente desconocido para la eternidad.

Esta… vida, comenzó a tomar fuerza, a emitir cada vez más luz, a adquirir una identidad. En un instante surgió de la nada una larga cabellera, seguida de una silueta que se fue iluminando con su propio brillo, porque ella era luz.

Y por fin se rompió el silencio al pronunciar su nombre, ella fue llamada Aradia.

Aradia no solo era luz, ella también era amor y bondad, pero se encontraba sola en lo vasto de la infinidad y lo eterno, rodeada de oscuridad y silencio. Entonces Aradia lloró.

Sus lágrimas flotaban en el inmenso vacio de la nada, y reflejaban su luz, blanca, pura. Así nacieron las estrellas.

Aradia no quería estar sola, y pidió ayuda a la oscuridad, a lo eterno, a lo infinito, al silencio; entonces fue golpeada con un dolor intenso, sus gritos se extendían sin límite, de su vientre surgía nueva vida.

De su vientre surgía una luz nueva, diferente, cálida, llena de música y ritmo. Una luz que le hacia daño, pero que a la vez amaba con todas sus fuerzas, pues estaba allí para acabar con su soledad.

Su silueta era más robusta, sus ojos estaban llenos de un brillo oscuro, noble y salvaje a la vez, y de su cabeza hacia lo alto se extendía el brillo de la más hermosa cornamenta dorada.

Y el infinito, lo eterno, la oscuridad y el silencio escucharon con atención mientras Aradia le daba nombre, sería llamado Cernunnos.

Aradia y Cernunnos, se amaron en medio de la nada, llenándolo todo. Aradia solo lloraría de felicidad, no de soledad, y la risa de Cernunnos cubriría cada espacio con música y alegría.

Como prueba de su amor Cernunnos le hizo un regalo, tomo parte de su cuerpo y creo un jardín para ella. Lo llenó de plantas, de colores, de toda clase de flores y frutas, de olores, sabores y texturas en su honor. Luego creó los animales, de todos tamaños, colores y formas, para llenar todos los espacios, para demostrar su gran habilidad.

Y para culminar su obra de amor, sopló en todos ellos el aliento de la vida, la llama dorada que los hizo andar, aprender y… maullar, graznar, aullar, ladrar, chillar, gritar, gruñir. Aradia, impactada por el bullicioso concierto sonreía amorosamente.

Pero faltaba algo para que el regalo de Cernunnos fuera perfecto. Aradia tomó un poco de sus labios y un poco de los labios de él para formar nuevas criaturas, un grupo de hombres y mujeres para cuidar el jardín y sus animales, para tomar sus frutos.

Cernunnos sopló en ellos la chispa de la vida, y se movieron, hablaron y rieron. Aradia sopló en ellos la chispa de la magia, y fueron capaces de ver más allá, de encontrar belleza en todas las cosas, de admirarse de las grandezas y las simplicidades del universo, de bailar con pasión y de cantar con el corazón.

Y como estaban hechos de los labios de sus creadores, aprendieron a amar, y fue un beso la señal de ese amor.

Y Aradia y Cernunnos vieron que lo que habían hecho era bueno.


1 comentario:

José Darío dijo...

OMG!
Excelente representación de la creación. Te has lucido tío conejo.
Como NO dejarse atrapar por el amor de Aradia y dominar por la fortaleza de Cernunnos?
Como NO sentirse hijo de las mas pura esencia de la creación.
Madre naturaleza nos ha creado y a ella ha de volver, un excelente inicio.
Que la magia nos guía por el camino de la verdad, de la luz y la oscuridad. Pues, una lección siempre hay que aprender. Amén.