agosto 03, 2019

Carta Pública a un Amor Anónimo

Estimado tú,

Sé que escribir cartas está muy pasado de moda, y que quizás nunca leas esto (aunque yo voy a tratar de asegurarme que si lo hagas), pero me pareció que sería la mejor forma de dejarte en claro lo que está pasando por mi mente, y que me tiene un poco de cabeza, pero que al final es algo que necesito resolver conmigo mismo, aunque tu participación sería altamente bienvenida.

Sucede que hace varios años me he declarado poliamoroso, eso significa que, para mí, es imposible construir una relación con miras a una monogamia absoluta, y que esas escenas de celos y posesión son algo que realmente considero innecesario en una relación saludable, pero que inevitablemente toca evaluar en su momento, porque todos somos seres humanos y todos tenemos miedo a perder algo o a alguien que amamos. O quizás sólo le tememos al dolor de salir de nuestras rutinas amorosas.

Para mí, el poliamor ha sido un encuentro con cuatro principios clave, y no, no convertiré esto en una clase pero igual quiero que conozcas mi perspectiva sobre ellos (me parece crucial poner algo de 'convergencia semántica', como dice un amigo muy querido, sobre la mesa).

El primer principio es HONESTIDAD, que para mí significa el no tener secretos, el poder ir por la calle, tomados de la mano, y ser capaces de decir, sin miedo, que alguien más nos parece muy sexy o que tiene buena cola o bonita sonrisa, así como decimos que una pintura es hermosa o una estructura es fascinante. Honestidad para mí es un paralelo de fidelidad, porque el significado social de fidelidad es monogamia, pero el significado real es transparencia, realidad, sin distorsiones, sin omisiones, sin mentiras, sin secretos. Honestidad es hacer acuerdos y promesas que realmente pensamos cumplir, y cumplir es ser realmente fiel, incluso si nuestros acuerdos nos permiten estar con otras personas, la verdadera fidelidad es reconocerlo sin miedo.

El segundo principio es CONSENSO, que para mí significa el establecer acuerdos entre ambos. Nuestra relación no sería mía para decidir qué puedes hacer o no, y tampoco sería tuya para decidir por mí. Nuestra relación sería nuestra. Donde ambos podamos sentarnos y decir qué nos gusta y qué no, si queremos adaptarnos a normas sociales o si queremos ser una pareja de swingers o ir a una orgía cada fin de semana o si queremos exclusividad sexual o engordar juntos o casarnos y vivir en casas separadas o adoptar perros o gatos o caracoles u hormigas. Yo creo firmemente en construir juntos, en elegir juntos, en probar juntos, en decidir juntos, no en ser como los demás creen que deberíamos ser, sino en nuestra propia versión de lo que sea que nos provoque ser.

El tercer principio es RESPONSABILIDAD, que para mí significa asumir las consecuencias de nuestras decisiones y acciones. A diferencia de muchos, que te hago algo y si no te gusta me alejo, el poliamor me ha enseñado que si te hago y eso causa problemas, tengo que quedarme y hacer lo que me corresponda, sea resolverlo, sea escucharte en perfecto silencio o sea darte tu espacio. El poliamor me ha enseñado a perderle el miedo al dolor, al conflicto, al caos, a la ira, a los celos, a la envidia y al miedo mismo para enfrentarlos y madurar con ellos.

El cuarto principio es COMPERSIÓN, que es el que más me gusta de todos. La compersión es la dicha que se siente por la dicha del ser amado. Suena complejo, lo sé. Pero es realmente una fuerza transformadora. Yo lo he experimentado en relaciones anteriores, al ver la cara de dicha, los ojitos brillantes, la sonrisa de oreja a oreja de alguien a quien amo en diferentes situaciones. La he visto frente a una vitrina, cuando he tenido la dicha de comprarle algo que realmente quería y su sonrisa hace que cualquier suma de dinero sea insignificante. La he visto en medio de un orgasmo con otra persona, cuando me mira y, sin palabras, me agradece el compartir esa experiencia, su mirada gritando un TE AMO en silencio mientras su cuerpo se estremece de placer. La he visto en un cumpleaños, cuando su otro amado, mi metamor, llega a casa y le es imposible contener la dicha de tenernos a ambos en el mismo espacio y nos colma a ambos de besos, abrazos, caricias y sonrisas, como un cachorrito feliz de tener a su familia junta.

Pero para mí, el poliamor se ha ido convirtiendo en algo más, en un nuevo concepto, incluso más abierto, sigo creyendo firmemente en estos cuatro principios, claro que si. Pero cada día veo más innecesaria la costumbre social de ponerle etiquetas a las relaciones, de separar a los amigos de la familia, a la familia de la pareja. Cada día veo más cierta la idea de que todos los amores son igual de válidos e importantes, que las personas con las que compartes en el trabajo, las que salen contigo de rumba, las que te retan en la universidad, las que comparten tu cama y tus orgasmos o las que te hacen la sopa de pollo cuando te enfermas, todas son igual de importantes, todas son amores igual de válidos, igual de necesarios, igual de profundos, aunque se encuentren en contextos distintos y situaciones muy breves, todos hacen que la vida sea más plena y más feliz, y perder a cualquiera de estas personas puede producir un gran sufrimiento y dejar un vacío muy profundo por llenar.

Creo ciegamente que el amor nunca se acaba, que es infinito, que podemos amar y ser amados por tantas personas como conozcamos en nuestra vida, el problema está en permitirnos esos amores. Y esa es mi meta en este momento. Algo que llaman ANARQUÍA RELACIONAL.

Ahora ¿por qué te digo todo esto? Porque siento algo genial cuando tú estás cerca, porque me gusta la textura de tus labios cuando me besas suavemente, porque me gusta muchísmo verte sonreír, porque dormir abrazado al calor de tu piel es algo delicioso, porque amo llenarte de placer y sentir que me tienes la confianza suficiente para contarme absolutamente cualquier cosa, porque me gustan nuestros mensajes coquetos por WhatsApp, porque me encanta cuando entras y me sacudes el cabello con confianza y me llamas por algún apodo particular, porque me fascina escucharte en silencio, mirarte y dejarte ser tú. Pero para nada me gustaría sentir que soy un ancla o un muro que frene tu avance, que frene tu crecimiento y tu exploración de ti mismo y del mundo que te rodea. Lo que más amo de ti es tu libertad, y me odiaría mucho si te hiciera perder eso.

Quiero tener un espacio en tu vida, si, y creo que ya lo tengo. Quiero estar ahí cada vez que lo necesites, si. Quiero tener la dicha de consentirte y llenarte de besos, caricias, abrazos y razones para reír, quizás un par de dolores de cabeza, mucho sexo y cientos de historias y aventuras. Pero no quiero sentir que te corto las alas. Al contrario, me gusta verte volar.

Hace años, pensando en situaciones similares a esta, se me ocurrió la que, para mí, es la etiqueta perfecta en la anarquía relacional, o al menos hasta ahora nadie me ha dado una mejor. Lo que yo quiero ser para ti es un NIDO. Si, un nido, como los de las aves, y te diré por qué.

Un nido es una figura muy poco poética, en la mayoría de los casos un nido es un espacio caótico, lleno de detalles por mejorar pero que cumple su función a cabalidad, con esto ya me voy sintiendo identificado. ¿Cuál es la función del nido? Proveer un espacio seguro para que los polluelos puedan desarrollarse hasta que decidan volar fuera y satisfacer sus propias necesidades. Y muy pocas especies de aves regresan al nido una vez que lo abandonan, pero ahí es donde está toda la diferencia.

Yo quisiera ser para ti como un nido. Un espacio seguro en el que puedas encontrarte contigo mismo a través del silencio, o del cariño, o del diálogo, o del cine, o del arte, o de la comida, o del sexo, o del abrazo, o de la caricia, o del beso, o del sueño, o de las risas, o de las lágrimas, o de lo que tú tengas ganas y quieras compartir conmigo, claro, y que yo también quiera compartir contigo, porque esto va en doble vía. Pero al mismo tiempo ser un espacio en el que tú sepas que puedes ser, estar, sanar, aprender y evolucionar antes de seguir tu rumbo, un espacio del que no te sientas prisionero, sino con la capacidad de ir y venir con libertad. Un lugar donde puedas estar a salvo del resto del mundo y, cuando tengas las fuerzas para volver a luchar contra él, abrir las alas y salir sin temor a perder nada, sabiendo que puedes volver cada vez que lo necesites.

Mi problema actual es que eres la única persona con la que me he sentido de esta manera en mucho tiempo y mi mente, que todavía repite la programación heteronormativa y religiosa que mis padres le enseñaron, insiste en que necesito ponerte una etiqueta y exigirte cosas para poder ofrecerte cosas a cambio. Y darle vueltas a esa idea se me hace cada vez más irrisoria. ¿Por qué tendría que ponerle cadenas y etiquetas y grilletes a alguien que amo si es tan rico saber que es libre y viene porque realmente le nace hacerlo?

Creo que toda esta situación me ha obligado a cuestionar mis propios ideales y paradigmas, a entenderme mejor, a leer más, a guardar más silencios, a escribir más, a dibujar más, a pensar más en mis amores del pasado, del presente y los que vengan en el futuro. Creo que todo esto me ha hecho querer ser más el nido de amores y menos el esposo legal, firmado, sellado, normado y establecido por patrones sociales con los que ni siquiera estoy de acuerdo. Creo que necesito abrirme más a dar amor y a recibirlo sin miedo, y quizás necesito entender más el cómo funciona y compartirlo con más gente a mi alrededor para poder encontrar todos esos amores que compartir y ver volar libremente.

Y tengo que agradecerte a ti por poner todas estas dudas en mi mente, quizás sin saberlo hasta ahora.

En conclusión, quiero ser tu nido, eso me haría muy feliz, que entendieras que mi puerta siempre va a estar abierta para ti, que mi cama siempre va a guardar un espacio para darte cobijo, que seguiré aprendiendo recetas de cocina para sorprenderte, que seguiré teniendo ganas de masajear tu espalda, de lavarte en la ducha, de oírte reír y llorar y contar historias, que seguiré comprando cervezas y buscando excusas para verte y pasar tiempo juntos, pero que amo hacer esas cosas porque me nace hacerlas, no porque haya una etiqueta social que nos obligue a cumplir ciertos ritos de pareja, sino por el puro gusto de hacer cosas con alguien que amo.

Y quiero amar a muchas otras personas y que tú también lo hagas sin temor a perder ese espacio conmigo, porque hace años me declaré poliamoroso y me di cuenta que, aunque los amores se distancien y se guarden silencios, aunque algunos no incluyan contacto sexual y otros vengan sólo por el sexo, aunque las relaciones cambien y las costumbres cambien y los espacios y los tiempos cambien, jamás el amor se acaba, jamás deja de estar ahí, jamás voy a dejar de querer cuidar y consentir y ver la sonrisa, el brillo en los ojos y la paz en el rostro de los seres que amo.

Y en este momento estoy seguro que te amo a ti, mientras lees este texto.

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