abril 07, 2011

Amores Platónicos


Una mirada fugaz, una sonrisa fugitiva, una voz que parece flotar en el aire, una imagen casi etérea. Así son esas personas que llamamos “amores platónicos”; inalcanzables, como las estrellas en el cielo, e igual de brillantes en la inmensidad; inmortales, como los recuerdos del primer beso y el primer amor; su esencia nos persigue en sueños vividos, en fantasías nocturnas, en tardes de languidez y amaneceres insomnes, como un fantasma de particular belleza, como un faro que guía nuestros sentidos en la mar de una humanidad inmensa y siempre cambiante.

Muchos dicen que la magia de un amor platónico se mantiene viva mientras no sea consumado, mientras nos siga pareciendo distante, imposible, lejano y tortuosamente perfecto. Aunque algunos se lanzan a la meta de escalar la montaña, de sacar a la doncella de la torre, de lanzarse a los brazos del príncipe azul, y se arriesgan a ver de cerca los pequeños defectos que no notaban a la distancia, o darse cuenta que detrás de tanta cara bonita se esconde la mala de la película o el villano del cuento.

Pero, si se mantiene la distancia, si se queda viendo el brillo en la inmensidad, la belleza en la lejanía, si se duerme entre la voz y la imagen etérea, se puede mantener viva esa ilusión de perfección inmaculada, se puede seguir soñando con el encuentro que nunca sucederá, con el beso que nunca llegará, con el momento mágico que se pierde entre la bruma de las posibilidades.


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