La pregunta del día es: ¿por qué
te acuestas/has acostado con tanta gente en tu vida?
Bueno, tengo varias respuestas a
eso, o quizás varias partes de una misma respuesta. Mi propio decálogo para ser
exacto.
1. Porque soy curioso. Porque
conozco a alguien y quiero saber cómo es su pene, si, lo digo en serio, su
pene, sus testículos, qué cara pone al acabar, si gime o jadea, si se queda
quieto como un muerto o si es de esos que se mueve como si estuviera bailando.
Ni siquiera es una necesidad de hacerlo con él directamente, para mí es
suficiente el verlo con alguien más o verlo masturbarse. Mi curiosidad se verá
satisfecha si puedo analizar sus expresiones de placer libremente. Y quizás si
todos pudiéramos satisfacer nuestra curiosidad el sexo dejaría de ser algo tan
prohibido y tan deseado a la vez.
2. Porque me da morbo. El sexo
debe dar morbo, debe producirte un hormigueo raro en la panza, o una sensación
de dificultad al respirar, o debes sentir la sangre subiendo al rostro, o el
corazón acelerado. El sexo debe hacerte sentir algo. Bueno, a mí me hace sentir
muchas cosas. Como persona empática que soy, yo disfruto el sexo por lo que veo
que disfrute la otra o las otras personas. Por eso no necesito ni acercarme, si
puedo ver su placer, oírlo, olerlo, sentirlo en las más mínimas vibraciones del
aire, es perfecto y es suficiente para mí.
3. Porque me importa muy poco la
opinión de los demás. Sé que la gente siempre hablará de chicos como yo, pero
como ellos no pagan mi alquiler, ni mi mercado, ni mi internet o agua o luz,
pues realmente me importa muy poco lo que digan o dejen de decir. Es más, es
genial que hablen de mí, eso sólo demuestra la envidia que me tienen porque
hago lo que ellos se mueren por probar. Y, seguramente, porque yo si me he
tirado a todos los chicos que ellos ni se atreven a saludar, o me habré acostado
con sus novios o sus ex, o qué se yo. Pero mientras más hablan de mí, más
curiosidad les da a otros chicos de saber que tan bueno puedo ser en la cama. Y
créanme, hasta ahora nadie se ha ido decepcionado, por algo siempre vuelven
pidiendo más.
4. Porque jamás pienso dejar que
alguien me diga cómo, cuándo, dónde o con quién puedo usar mi cuerpo. Ni el
cura en la iglesia que seguramente se estará masturbando pensando en alguna
chica o tocando a un niño del vecindario; ni el político que se sentará en su
oficina y habrá contratado a su secretaria para verle las tetas y soñar con el
día en que se la va a tirar; ni el militar que a escondidas se coje al más
marico que encuentra para seguirse sintiendo hombre porque es el sexo más fácil
que consigue; ni mis padres que se habrán montado cachos alguna vez en la vida;
ni mis hermanos que tienen sus historias personales; ni mis vecinos que los he
oído jadear cuando me oyen a mí disfrutar del sexo; ni mi casero que tendrá
amantes en todos los países que pisa en sus viajes; ni el resto de los maricos
de esta sociedad que llegan a sus casas a darse un buen pajazo pensando en lo
bueno que debe follar ese tipo, mientras yo si me lo estoy haciendo con él.
5. Porque mi cuerpo es mío. Esto
tiene mucho que ver con la anterior, pero es un asunto más íntimo que lo que
diga el resto de la sociedad. Mi cuerpo es mío, es mi templo, es mi juguete, es
mi lienzo, es mi herramienta, mi dildo, mi vibrador, mi todo. Y yo deseo
compartirlo, ejercitarlo, masturbarlo, rozarlo, disfrutarlo, sentirlo temblar
de placer y convertirlo en una fuente de placer para otros. Yo quiero usar mi
cuerpo como yo deseo, sin dejar que otros ejerzan su influencia en mí.
6. Porque no me duelen las
palabras. Palabras como “puta”, “promiscuo”, etc., me parecen tan simples y
llenas de ignorancia. La gente desconoce que esas palabras son herramientas de
un sistema religioso opresor, nocivo, tóxico, venenoso, asqueroso y
despreciable para regular las actividades sexuales de las personas y mantener
un control sobre la ideología de vida, implementando la pena, la vergüenza y el
escarnio público como armas contra la libertad de ejercicio de la sexualidad.
Así que la próxima vez que me llamen “puta”, piensen que estoy orgulloso de
serlo porque seguramente fui yo quien le enseñó a su novio a hacer bien lo que
hace bien.
7. Porque me une con otras personas.
Tener sexo es un acto físico, carnal, espiritual, mental, energético, tántrico,
social, religioso, consciente, subconsciente, animal, intelectual, académico,
militar, político, económico, en fin, el sexo te abre y te une a otra persona
en tantos niveles, en tantas variantes, en tantas posibilidades que es
innegable como una fuente de intimidad, de complicidad, de conexión, de
amistad, de unión, de empatía, de lazos que son difíciles de romper. Si más
personas tuvieran más sexo con menos tabúes, el mundo sería un lugar lleno de
más comprensión, tolerancia y respeto.
8. Porque crea nuevos universos. Energéticamente
hablando, el sexo libera una energía tan poderosa, tan positiva, una energía
brillante, llena de inspiración, creatividad, libertad, magia, es un big bang
que genera nuevos universos por doquier, que crea espacios en nuestra mente
para llenar con nuevos recuerdos, porque altera nuestras dimensiones y nos hace
ver la vida de una forma distinta, porque nos reconfigura por completo. Díganme
que no vale la pena hacerlo por crear nuevos universos y moriré de risa.
9. Porque es el mejor ejercicio
de la vida. Cuando se hace bien, en el sexo puedes ejercitar todos los
músculos, hasta los del rostro, y como me considero muy bueno en mis posiciones
y ritmos, puedo decir que el sexo es el mejor gimnasio. Además el sudor que se
genera en el sexo te limpia la piel de una manera increíble, te abre los poros
y sale la suciedad, te oxigena la sangre, te llena de energía el sistema
nervioso, fortalece el corazón, los pulmones, los huesos, incluso te limpia los
dientes. Realmente el sexo es una fuerza increíble para vernos y sentirnos
mejor.
10. Porque es el mejor terapeuta
que se puede conseguir. Tener sexo te sube la autoestima, te hace sentir bien
contigo mismo, te hace sentir deseado, querido, esperado, buscado, atractivo, y
si estás con una persona que es buena en la cama, te pone a hacer ejercicio
también; si estás con un chico que tenga la paciencia suficiente para enseñarte
nuevos trucos, posiciones y placeres, cada encuentro se convierte en una
lección para ser el mejor amante que otros puedan conocer en su vida. Es como
una cadena interminable de aprendizajes sexuales que produce todos los
beneficios antes mencionados y que además nos deja siempre con una gran sonrisa
en el rostro y deseosos de volver por más.
Por eso, mis queridos lectores,
me acuesto con todo el que yo me quiera acostar. ¿Alguna duda?