Hoy es mi cumpleaños.
Y no sé si sea emoción, nervio,
susto o qué carajos lo que me tiene despierto, pero no logro conciliar el
sueño. Sin embargo, algo que he aprendido en estos años es que estos momentos
sin sueño son muy prácticos para analizar la vida, para meditar, darle vueltas
a las cosas y llegar, la mayor parte de las veces, a soluciones o conclusiones
o ideas muy interesantes.
Pues en mi insomnio de hoy me ha
dado por pensar en la envidia. En como las personas suelen buscar cualquier
excusa para hablar de aquello que anhelan o destruirlo en el proceso, eso de “si
no es mío, no es de nadie”.
Así sucede con los homofóbicos,
sienten que no pueden satisfacer sus deseos de estar involucrado con otro
hombre, y si ellos no pueden, entonces nadie debería, por lo tanto, los
homosexuales estamos mal.
Así sucede con las personas que
se toman el tiempo de hablar mal de ti, que hacen comentarios a tus espaldas y
aseguran que eres una puta o un chulo o un alcohólico o un glotón, por nombrar
sólo algunas. Y es que muchas veces esas personas, lo que realmente quieren
decir es “me molesta que tú lo hagas y sigas sonriendo, y yo lo intenté una vez
y me salió mal” o simplemente “no lo puedo hacer”.
Porque la verdad es, mis queridos
lectores, que nadie pierde el tiempo hablando de cosas que no le interesan,
nadie pierde el tiempo hablando de personas que no considera importantes, y
nadie pierde el tiempo quejándose de cosas que no le duelen de alguna forma.
Así sucede que, quienes te llaman
puta, son aquellos que quisieran liberar su libido como tú lo haces, pero no
pueden, o no quieren, o le tienen miedo a siquiera intentarlo.
Quienes te llaman chulo quisieran
esa oportunidad de conocer a una persona dispuesta a consentirle todos sus
caprichos y deseos, pero sienten que jamás lo van a lograr.
Quienes te llaman alcohólico, muy
posiblemente, han tenido experiencias negativas con el alcohol y reflejan su
temor sobre todos los demás.
Y quienes te llaman glotón, muy
seguramente, tendrán malas experiencias o problemas con distintos niveles de
grasas, azúcares u otros componentes de los alimentos, y sentirán que las
mismas restricciones se deben manifestar en todos los organismos.
Así es, señoras y señores, como
nos malacostumbramos a proyectar nuestros miedos, dudas, traumas y
frustraciones sobre los demás. Y pasamos más tiempo hablando de lo que otros
hacen o dejan de hacer, que intentando, por nosotros mismos, vivir la vida que
queremos.
Luego los escuchas, a los 40 o
50, cuando su cuerpo ya no puede seguir el ritmo de sus deseos, quejándose de
lo que jamás intentaron, de lo que jamás comieron, de lo que jamás tomaron, de
lo que jamás probaron, de lo que jamás hicieron, lo que jamás vieron, lo que
jamás sintieron.
Pues es muy triste por esas
personas, realmente lo es. Pienso que si nos dedicásemos a vivir la vida, a
experimentar, a saborear, a disfrutar lo que tenemos a cada segundo, el mundo
podría ser un lugar distinto.
¿Qué deben existir los límites?
Por supuesto, absolutamente. Pero existen límites por salud, límites por respeto
a los que te rodean, límites por respeto a las leyes. Fuera de eso, vivir
limitado por tus miedos, por tus prejuicios, por lo que digan las demás
personas, me parece la peor tontería que cualquiera en esta vida pueda cometer.
Pero vale, sólo son ideas que me
vienen en medio del insomnio, en el día de mi cumpleaños.
Feliz cumpleaños a mí. Y brindemos,
por una vida sin miedo al qué dirán.
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