¿Qué haces cuando te das cuenta
que amas tu trabajo y tu pareja y tu casa y a tus amigos y tu vida en general? ¿Qué
haces cuando parece que todo va de maravilla, que has alcanzado una serie de
metas y la vida parece sonreírte en pleno?
Simple. Te das cuenta de lo iluso
que eres y lo poco que sabes de energía y el universo.
Eres un iluso porque la vida
jamás alcanza un pleno, porque siempre hay algún punto inestable, salvaje,
indomable, caótico, un cabo suelto. Y es que debe haberlo, para mantenerte
despierto, activo, con vida, con ganas de cerrar ese ciclo mientras, a tu
espalda, se abren otras costuras que tendrás que cerrar luego.
La única constante en el universo
es el cambio. Nada permanece, nada es eterno, nada es inmutable, nada es fijo o
perfecto o estable o duradero. Todo se mueve, cambia, se altera, se contrae y
se expande a tu alrededor, a veces hasta sin darte cuenta.
Lo único constante en la vida es
el cambio. Y cuando llegas a ese punto en el que todo parece que va de
maravilla es cuando más debes prestar atención, a tu alrededor millones de
cosas entran en estado de caos para mantenerte siempre en movimiento, siempre
en balance, siempre en la búsqueda de más y mejor.
Que bella es la vida y que bellos
son los cambios. Que impresionante saber que ninguna meta será la cumbre,
porque siempre habrá destinos más altos, más puros, más nobles que conquistar.
Realmente vale la pena vivir sabiendo que cada logro sólo es el inicio del
siguiente reto.
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