A veces creo que lo mejor es
encontrar a alguien que se “descosa” por ti. No sé si me entienden. Una persona
que te considere el centro absoluto de su vida, que quiera hacer todo contigo,
ir a todos lados contigo y que muera por el roce de tu piel y de tus labios.
Pero quizás eso sería demasiado fácil. Y el problema es, entonces, que no
valoramos las cosas fáciles, simplemente las tomamos por sentado hasta que las
perdemos.
Es posible, y es una teoría que
he estado analizando recientemente, que parte del amor resida en comprender que
no siempre podemos tener todo lo que queremos, que a veces nos toca adaptarnos
(para no decir conformarnos) con lo que nos pone la vida en el camino, o con lo
que nosotros mismos logamos traer a ese camino, aunque traiga defectos, errores
y nos produzca rabietas y lágrimas.
Puede que la verdadera prueba de
amor sea tomar de la mano a una persona aunque te duela, besar un par de labios
que digan cosas que no deberían decir, abrazar un cuerpo que se voltee en mitad
de la noche y te de la espalda. Puede que el verdadero amor se esconda en
seguir incondicionalmente a un ser que parezca no tener el mismo interés en ti.
Y si es así, entonces, que triste
realidad, que doloroso amor, que tortuoso amor, que patético amor. Pero que
rico cuando nos inunda y no lo podemos evitar, cuando sentimos que nuestro
universo gira en torno a ese ser y su fuerza de gravedad nos mantiene a su lado
tan firme y tan seguros que más nada importa, y sólo esperamos ese instante,
esos dos segundos en los que su rostro gira hacia nosotros y su sonrisa nos
ilumina con un nuevo amanecer, aunque sólo sea por un par de segundos, y luego
volvamos a la oscuridad y el silencio.
¿Será eso el amor? ¿Y si es así
por qué lo buscamos con tanto ahínco? Somos masoquistas, nos encanta sufrir,
nos fascina el dolor, sobre todo si es emocional, sentirnos como un cachorrito
buscando la aprobación de su dueño y una palmadita en la espalda que nos
renueve la ilusión del romance para poder continuar. Y se nos acaba el mundo
cuando no la conseguimos, pero seguimos intentándolo.
Que triste realidad, que doloroso
amor, que tortuoso amor, que patético amor
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