Oh, mis estimados lectores, los tenía muy abandonados.
Ciertamente he estado bastante ocupado y me he visto envuelto en una maraña de
cosas que me han alejado del placer de escribir estas líneas y desahogarme un
poco.
Pero decidí aprovechar algunos acontecimientos recientes
para generar esta especie de “actualización” y compartir con ustedes lo que
tengo en la mente, o lo que estos días de reflexión me han llevado a
comprender. Y que sirva como un recordatorio para ustedes, y para mí, de lo que
ciertas situaciones pueden generar, o de lo que ciertas experiencias pueden
enseñarnos. Ahora, esto es algo que no me había tomado la molestia de hacer en
el pasado, marcar un momento de profunda transformación con una nota que lo
acompañe y que lo fije en mi memoria para siempre.
La triste noticia es que he terminado una relación. Si, no
es precisamente algo que se diga ligero o que salga sin venir tomado de la mano
por un nudo firme y tangible. Pero la realidad es que a pesar de todo me he
sentido bastante tranquilo. Les contaré por qué.
Para comenzar, he terminado varias relaciones en el pasado,
me he alejado de personas que me han marcado la vida, he huido de
responsabilidades y he llorado mi parte del río de las penas amorosas de la
humanidad. Pero quizás el vivir esas experiencias me ayuda a que el proceso sea
más leve, más llevadero, más relajado.
No es que no me duela el terminar, no estamos hablando del
estado emocional interno, sino de sus manifestaciones externas. Es como si
hubiese aprendido a encerrar la tempestad dentro de una botella decorada, una
botella capaz de sonreír, asistir a reuniones y cumplir compromisos sin
derrumbarse ante la presión interna.
Además está el aprendizaje que me ha dado la Wicca, la
comprensión del flujo de las cosas, del movimiento eterno, de cómo todo es
parte de un proceso de aprendizaje, maduración, crecimiento, evolución, todo
forma parte de las grandes lecciones de la vida para que cumplamos mejor
nuestra misión. Y es que cuando comprendemos la importancia de la corriente de
la vida, que las cosas no nos pertenecen, las personas no nos pertenecen, que
todo debe seguir en movimiento, que cada día trae nuevas oportunidades, cuando
realmente entendemos eso, podemos ver el paso de las cosas, de las relaciones,
de las personas en nuestra vida como un ciclo que deja su huella y debe seguir
otro camino.
No nos volvemos insensibles, al contrario, abrimos los ojos
al laberinto frente a nosotros y descubrimos que hay muchas posibilidades,
muchos caminos por recorrer, y que terminar una parte del trayecto, por intensa
que haya sido, siempre será una gran lección y una gran experiencia, no una
pérdida ni un error ni un fallo ni una lástima. Habrá lágrimas, quizás porque
nos asuste comenzar nuevamente, quizás porque nos hará falta ver nuestras manos
llenas, quizás porque no sabremos cuál es el siguiente paso a dar, pero eso
dará paso a recibir lecciones y cosas nuevas, a descubrir oportunidades
diferentes, a explorar nuestras fortalezas y debilidades para emprender
nuevamente la marcha. Y será doloroso y será hermoso a la vez.
Cuando nos damos cuenta que todo pasa y que siempre podremos
volverlo a intentar, allí entendemos la importancia de amar, de reír, de probar,
de luchar, de gritar, de emocionarse y dar abrazos y besos, de decirle a la
gente que los quieres aunque suene tonto. Porque a la final sólo quedan las
huellas que dejamos en la vida de otros, y nosotros mismos también pasaremos.
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