Discusiones, lágrimas, gritos ahogados, un par de tragos y
algo de desilusión. Un nuevo golpe de la vida, un nuevo corazón roto, una nueva
herida que sanar. Pero todo un camino aún por recorrer, todo un destino que
vivir, todo un futuro por disfrutar.
Me encuentro en ese momento, en el que pierdo las fuerzas,
en el que sé que la derrota está cerca y ni el apoyo de mis dioses y guardianes
podrá salvarme de las llamas que comienzan a arder y consumirme desde adentro.
Pero no tengo miedo. Si es necesario me entregaré tranquilo
a los brazos de la muerte, a los reinos de Hades, con quien tengo un pacto
eterno y me recibirá en su banquete sin dudar. Si es necesario arrojaré el
combustible sobre mi mismo para acelerar el proceso que le permita a este fénix
volverse cenizas y poder renacer una vez más.
Pero jamás perderé mi dignidad, mi auto-respeto, mi
autoestima. Sé que soy muchas cosas, brujo, puto, odioso, complejo, adicto a
mil placeres sin llegar a ser hedonista. Y aún así, tengo en claro que también
soy capaz de dar muchas cosas buenas, mucha comprensión, mucha atención, que
soy capaz de enfrentarme al mundo entero por aquellos a quienes amo, que puedo
dejarlo todo por descansar tranquilo en los brazos de mi amor.
Un gran maestro, usando una máscara de ibis blanco, me
sonríe y me recuerda que el camino de la sabiduría está lleno de lecciones difíciles
y que aquellos que no valoran las batallas no se merecen la victoria. Estoy muy
de acuerdo con él, no puedo luchar por aquellos brazos si se encuentran
cerrados para mí.
Pediré a cierto señor salvaje que me enseñe a correr libre
por los bosques, a sentir la brisa en mi piel, a reír, a llorar, a gritar, a
cantar con pasión y dejar pasar el pasado, a disfrutar lo que tengo y soñar con
mejores tiempos, que me arrulle con su risa y me recuerde que hay más en esta
vida que esfuerzos en vano y corazones rotos.
Que así sea
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