“No intento ser un
superhéroe, ni cambiar el mundo”. De eso estoy claro. Me lo repito todos
los días, para no terminar lanzándome al vacio detrás de causas nobles o
damiselas en peligro (o chicos en peligro).
Siempre intento recordarme que sólo soy un ser humano,
quizás haya algo especial en mi esencia, algo que me lleva a querer hacer más,
aprender, conocer, crecer, compartir. Algo que me motiva a no ser uno más del
montón.
Y es esa búsqueda de algo más, de esa esencia inmortal lo
que me impulsa a querer dejar una huella en el mundo, de que se sienta mi paso,
y que, al morir, quizás la gente no recuerde mi nombre, pero si las cosas que
dejé en el camino, pequeños trazos de colores en un cielo gris, pequeños
cambios en el espectro de la sociedad.

Pero luego me repito a mi mismo: “no soy un superhéroe, no intento cambiar el mundo”. Mis palabras y
acciones deben nacer de mi deseo sincero de hacer y dejar una huella, no de
sentirme alabado, ni mejor o más que nadie. Simplemente ayudar por el gusto de
ayudar. Ser parte del cambio, y comprender que ese cambio se da gota a gota,
paciente pero insistentemente, sin descansar y sin temerle al olvido.

No intento ser un superhéroe, ni cambiar al mundo, porque no
puedo hacerlo yo solo, pero eso no me desanima, porque hasta el más pequeño
grano de arena puede marcar la diferencia en el futuro.
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