Dicen que en el amor y la guerra todo se vale, pero entre
gustos y colores no han escrito los autores. Y es cierto pues, nadie puede
generalizar lo atractivo, lo sexy, lo provocativo… simplemente porque son cosas
que dependen del ojo que las ve. Cada uno, en su libre albedrío, en su
experiencia de vida determina lo que, para sí mismo, representa algo positivo o
negativo. Cada uno decide lo que lo enciende o lo enfría en sus momentos. Y hoy
estuve pensando justamente en esas cosas que me enfrían o, más bien, me apagan
por completo.
Lo primero es lo más irónico de todo, me corta muchísimo la
gente sexosa, pero sexosa en extremo. A mí me gustan y hasta me emocionan las
personas que tiran puntas, que se hacen los interesantes, que provocan, que te
incitan, que te despiertan la curiosidad. Pero, cuando lo primero que me
muestran es una foto de sus partes íntimas, o intentan describirme con lujo de
detalles lo que esperan que suceda, se me quitan todas las ganas. Es como que
no dejan nada a la imaginación, nada que explorar, nada que descubrir, y me
aburren terriblemente.
Lo segundo son aquellas personas que quieren una “vista
previa” de todo. Y son perfectamente incapaces de tomar una fotografía, pues
creen que el mundo se debe resolver en cámara web. Lo primero que te preguntan
es si tienes cámara, será que no saben que con eso se puede hacer una foto
también. Pero lo peor es que suelen tener cámara, si, se muestran, si, pero la
calidad de la imagen es absolutamente patética, pésima iluminación, y
resuelven, muy personal y egoístamente, que lo único interesante para mostrar son,
tal como en la anterior, sus partes íntimas.
Detrás de estos, vienen esas personas que sienten que la
cama es su tumba, porque parecen cadáveres. No se mueven, no hacen ruido, no demuestran
placer o emoción, no hacen nada. Están allí, se dejan hacer, esperan que todo
termine, se visten y se van. Completamente patético y aburrido. Creo que
siempre es más interesante encargarse uno solo de sus asuntos.
Luego están esas personas que convierten el sexo en un
deporte olímpico. Y están allí por horas y horas y horas y horas y horas, y
parece que nada es suficiente, nada les hace alcanzar el clímax, nada les agota.
Puede ser interesante un par de veces, y dependiendo de la situación, pero llega
un punto en el que se torna aburrido y hasta tedioso. Deja de ser algo
divertido y se convierte en una competencia de orgullo y muchos retrasos.
Además, están aquellos que intentan resolverlo todo con
saliva, y te dejan mojado de pies a cabeza. A quienes les gusta, perfecto, pero
a los que no, nos corta muchísimo, es como si lo estuviésemos haciendo con una
babosa, y de paso quedamos olorosos y fríos. Es una cosa asquerosa.
Finalmente, están aquellos que tienen complejo de animal
salvaje, y creen que la piel humana es como cuero tensado, los labios como
chicle masticable, los glúteos como par de piedras y el pene está hecho de
marfil. Y entonces te agarran y terminas más adolorido y lastimado de lo que
realmente disfrutaste el momento.
Como dije al principio, cuestión de gustos, pero
definitivamente, a mí, todos estos, me llevan la temperatura bajo el punto de
congelación.
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