Todos sabemos que en esta vida no es fácil encontrar amigos,
eso no es secreto para nadie. Entre traiciones, secretos, hipocresía y mentiras
es difícil llegar a ese punto de tal confianza y cariño que realmente se pueda llamar
amigo a alguien y no arrepentirse en el proceso. Pero yo puedo decir sin temor que he logrado
aquello que es tan complicado, este conejo ha encontrado su tigre.
Primero me odió “por ser muy alegre y popular”. ¿Pueden
creerlo? Y luego entre “coincidencias” y obligaciones, compartir algunos tragos
e intereses, la Wicca, el activismo, el amor al arte y una afición sincera por
soportarnos sin máscaras ni secretos, nos convertimos en grandes amigos. Es
más, le considero realmente como a un hermano.
La persona que siento más adecuada para entender y soportar
mis tempestades, mis líos y mis telenovelas mexicanas. Quien conoce mis
secretos, mis pelones y mis miedos. Quien me ayuda a bajar siempre a tierra
aunque tenga que halarme de las patas o de las orejas.
Realmente le estoy muy agradecido por brindarme su amistad,
por hacerme parte de su familia y su vida. Pero por sobre todo le estoy
agradecido por enseñarme, por darme mis bofetadas de vez en cuando para que no
se me suban los humos y por ayudarme siempre a recordar quien soy y no dejarme
vencer tan fácilmente.
Realmente es para mí más que un amigo, un gran hermano.
Gracias señor tigre.